Se escuchó un sollozo. Con
toda claridad. Mi amigo sollozaba, Un espeso, humano e inconfundible
olor a mierda entró por mis fosas nasales; miré hacia los dos
maderos, se podían ver los efluvios penetrando por los agujeros de
sus narices, se podían casi tocas aquellos efluvios. Calló
repentinamente el mandamás, mudo quedó, incapaz de seguir hablando,
pues hablar es abrir la boca, y la intuitiva técnica era mantener
cerrado el pico y tomar aire por la nariz en inspiraciones rápidas,
muy breves (mejor oler que tragar). Hedor insoportable. Los agentes
ya no reían. El gordo giraba la cara, mantenía apretadas las
mandíbulas y respiraba haciendo aspavientos, farfullando
maldiciones. El otro, el Quitallaves, se abanicaba con la superficie
mínima del documento de identidad de Carlos en la diestra, nadie
decía nada, nadie abría la boca, se volvieron para dar la espalda a
mi amigo, meneaban la cabeza. Yo estaba clavado en el sitio como una
estatua.
En este blog, además de disquisiciones teóricas queremos aportar soluciones a problemas de la vida cotidiana como el de hoy. "Mejor oler que tragar", tanto la película de Ange Lee como la ciencia apoyan este método intuitivo. Aunque se huela y se pase por los receptores, parece que por lo menos algo "flitramos".
De este asunto lo que siempre me ha llamado la atención es la capacidad aislante inodora del cuerpo humano, que algo que huele tan mal ni siquiera se note diez segundos antes de ser expelido.