La tentación del fracaso es un libro que comprende los diarios de Julio Ramón Ribeyro de 1950 a 1978. Me han gustado mucho y me quedo con la sensación de que conozco muy bien a Julio Ramón; me encanta leer diarios y de este me gusta hasta el título. Los buenos títulos aguanta bien un cambio en su orden y así, El fracaso de la tentación también quedaría bien. En cuanto al tiempo, a mí lo que me extraña es que sea algo tan misterioso para el hombre y a la vez seamos capaces de medirlo con tanta precisión. El que el hombre mida el tiempo era para Juan de Mairena la prueba de su mortalidad, porque si fuéramos inmortales, ¿para qué medirlo?
Hay nociones que
nuestra inteligencia no ha podido hasta ahora explicar, ni siquiera
concebir, por más que durante siglos se haya aplicado a ello. Una es
el infinito, pero pienso sobre todo en el tiempo. Toda tentativa por
comprender este fenómeno o definirlo tropieza con tal dificultad que
nuestra razón desfallece y sólo tiene que recurrir a la metáfora o
a la relación analógica para representárselo: el río, el camino,
el continente de nuestro ser. A tal punto que he escuchado decir a un
célebre filósofo que como el tiempo no es un objeto tampoco es un
problema, a lo más un misterio. Con lo que no se resuelve nada.
Quizás una de las maneras de abordar el tema sería considerarlo
como el receptáculo del acontecer, la suma de los sucesos, y
definirlo así no por lo que es sino por lo que contiene. Pero ello
tampoco es satisfactorio. En todo caso lo que nosotros podemos
concebir es un espacio sin tiempo, pero no un tiempo sin espacio. El
tiempo necesita de las cosas para existir. En un universo
absolutamente vacío el tiempo no existe. El tiempo es así una
cualidad del ser. Pero que no puede separase de él. El tiempo no
puede aislarse ni almacenarse, ni en un calendario, ni en una
clepsidra. No podemos ahorrarlo para utilizarlo luego. El tiempo
desaparece conforme se usa. Hacia atrás no hay absolutamente nada:
nada separa el día de ayer de la batalla de Lepanto, están unidos
por su propia inexistencia. En este sentido el único tiempo posible
es el futuro, pues lo que llamamos presente no es sino una permanente
desaparición. Pero el futuro mismo no sabemos no sabemos en qué
consiste, es una mera posibilidad. Sabemos que está allí, que está
siendo, pero ¿dónde? Sólo podría decir que es la caída de
nuestro ser.