Traté de matar el tiempo
recordando los trucos nemotécnicos que me ayudaron a pasar mis exámenes de
medicina, pero, por más que lo intenté, las formas «limpias» dieron paso a las preferidas
por aquellos jóvenes sanos que, lejos de refrenar sus naturales inclinaciones
libidinosas, las alentaban.
Véase, por ejemplo, para los doce nervios craneales del tronco cerebral: On Old Olympus’ Towering Tops A Finn And German Viewed Some Hops,* o bien, Oh! Oh! Oh! To Touch And Feel A Girl’s Vagina And Hymen,** cuyas iniciales daban olfativo, óptico, oculomotor, troclear, trigémino, abducente, facial, acústico, glosofaríngeo, vago, accesorio e hipoglosal.
Los estudiantes de ciencias
siempre han sido capaces de dar rodeos inverosímiles para estudiar. He visto
hacer cosas rarísimas para estudiarse la tabla periódica. Las reglas
nemotécnicas tienen una clara propensión a convertirse en picantonas. Es un
crimen perfecto o una win win situation como se dice ahora, te aprendes los
doce nervios craneales del tronco cerebral y haces reír a los compañeros.
Porque aunque muchas de estas reglas son de autoría colectiva siempre suele
haber alguien especialmente dotado para estas gracias. Como decía Gerardo Diego
sobre sus hipotéticos y futuros alumnos al brindar sobre su plaza de profesor:
Y otro, seguramente el
más listo,
me pondrá un alias definitivo.
Son cuestiones no valoradas
por el currículo oficial pero que dan
mucho prestigio entre iguales, las reglas nemotécnicas guarras y acertar con el
mote definitivo de un profesor. Quede aquí constancia de los doce pares de
nervios craneales. Los estudiantes de ciencias duras como Física y Química
desprecian este aprendizaje de memoria, como dijo el físico Enrico Fermi cuando
las partículas subatómicas comenzaron a multiplicarse: “Si yo pudiera recordar
el nombre de todas estas partículas habría sido botánico”