lunes, 18 de octubre de 2021

UN HOMBRE ASTUTO (ROBERTSON DAVIES) Y LOS PARES DE NERVIOS CRANEALES

Traté de matar el tiempo recordando los trucos nemotécnicos que me ayudaron a pasar mis exámenes de medicina, pero, por más que lo intenté, las formas «limpias» dieron paso a las preferidas por aquellos jóvenes sanos que, lejos de refrenar sus naturales inclinaciones libidinosas, las alentaban.

Véase, por ejemplo, para los doce nervios craneales del tronco cerebral: On Old Olympus’ Towering Tops A Finn And German Viewed Some Hops,* o bien, Oh! Oh! Oh! To Touch And Feel A Girl’s Vagina And Hymen,** cuyas iniciales daban olfativo, óptico, oculomotor, troclear, trigémino, abducente, facial, acústico, glosofaríngeo, vago, accesorio e hipoglosal.


 

Los estudiantes de ciencias siempre han sido capaces de dar rodeos inverosímiles para estudiar. He visto hacer cosas rarísimas para estudiarse la tabla periódica. Las reglas nemotécnicas tienen una clara propensión a convertirse en picantonas. Es un crimen perfecto o una win win situation como se dice ahora, te aprendes los doce nervios craneales del tronco cerebral y haces reír a los compañeros. Porque aunque muchas de estas reglas son de autoría colectiva siempre suele haber alguien especialmente dotado para estas gracias. Como decía Gerardo Diego sobre sus hipotéticos y futuros alumnos al brindar sobre su plaza de profesor:

Y otro, seguramente el más listo,
me pondrá un alias definitivo.

Son cuestiones no valoradas por el currículo oficial  pero que dan mucho prestigio entre iguales, las reglas nemotécnicas guarras y acertar con el mote definitivo de un profesor. Quede aquí constancia de los doce pares de nervios craneales. Los estudiantes de ciencias duras como Física y Química desprecian este aprendizaje de memoria, como dijo el físico Enrico Fermi cuando las partículas subatómicas comenzaron a multiplicarse: “Si yo pudiera recordar el nombre de todas estas partículas habría sido botánico”


lunes, 4 de octubre de 2021

NO ES PAÍS PARA VIEJOS (CORMAC MCCARTHY) Y LA VELOCIDAD DE LAS BALAS RESPECTO AL SONIDO Y LA LUZ

 A pesar del peso del cañón y del freno en la boca de fuego el rifle saltó de su punto de apoyo. Cuando volvió a encajar a los animales en el visor comprobó que continuaban todos en pie. La bala de 150 grains tardó casi un segundo en llegar allí, pero el sonido tardó el doble. Se quedaron mirando el penacho de polvo levantado por el impacto. Luego salieron disparados. Alcanzando casi inmediatamente la velocidad punta, corriendo por el gredal perseguidos por el largo «baaang» del disparo y caramboleando en las rocas y zigzagueando al descubierto en la soledad de la primera hora.

Moss notó un tirón de la bolsa que llevaba al hombro. El pistoletazo sonó como un plop amortiguado, pequeño y perentorio en la oscura quietud de la ciudad. Se volvió a tiempo de ver el fogonazo del segundo disparo tenue pero visible al resplandor rosado del neón del hotel de cuatro metros de alto. No sintió nada. La bala le traspasó la camisa y empezó a sangrar por el brazo y para entonces ya estaba corriendo. Con el siguiente disparo notó un aguijonazo en el costado. Cayó y se levantó de nuevo dejando la escopeta de Chigurh tirada en la calle. Mierda, dijo. Qué puntería

No es país para viejos (Cormac McCarthy), páginas 10 y 113 respectivamente



En estos dos textos se reflejan dos aspectos que rara vez son bien representados en las películas. En el primero unas gacelas ven el polvo que levanta la bala y al segundo escuchan el disparo. Se trata por tanto de un rifle con balas supersónicas, que se mueven más rápidas que el sonido (340 m/s), esto es habitual en rifles y ametralladoras. Es algo que ser fácil de representar en el cine y pienso que no se hace por lo poco intuitivo del resultado.

Un poco más complejo es el segundo texto, porque incluye a la velocidad de la luz, superior a la del sonido. El orden que percibiría un persona disparada por un francotirador con uno de estos fusiles sería el siguiente: primero vería el fogonazo de luz, especialmente si le disparan de noche. Después sentiría el impacto de la bala ( o escucharía el silbido que produce al pasar por su vera) y finalmente escucharía el bang! Todo un poco lioso y contrario al orden natural que nos pide el cuerpo, yo creo que los directores de cine hacen bien en no hacernos casos a los quisquillosos

Es un tema este de la velocidad de las balas que interesa a Cormac McCarthy, ya que otra vez lo trató en La carretera