lunes, 22 de diciembre de 2014

LA NOCHE DEL LOBO (JAVIER TOMEO) Y EL CÁLCULO DE DISTANCIAS BASADO EN LA DIFERENCIA DE VELOCIDADES DE LUZ Y SONIDO

-          De todas formas- dice Ismael, cambiando de tema-, si vuelven a disparar más cohetes le calcularé en un momento a qué distancia estamos de la plaza mayor
Tampoco está mal que se entretenga pensando en cosas que no tengan nada que ver con su mujer. La operación de los cohetes, por lo demás, es muy simple. Basta con multiplicar el número de segundos que transcurren entre el estampido del cohete por trescientos cuarenta, que es el número de metros por segundo que recorre el sonido por el aire.
Tal vez esta noche no sirvan los parámetros de siempre, pero Ismael espera en silencio y empieza a contar en voz alta apenas estalla el segundo cohete.

-          Seis segundos- dice luego-. Si multiplicamos esos seis segundos por trescientos cuarenta metros nos dan dos mil cuarenta metros. Más o menos, dos kilómetros. ¿No le parecen demasiados para recorrer a la pata coja?


Dejando a un lado que falta decir entre el estampido del cohete y su aparición, yo este método siempre lo había escuchado aplicado a las tormentas, al tiempo transcurrido entre el relámpago y el trueno. Recuerdo perfectamente aplicarlo en el salón de mi casa.
La noche del lobo es un curioso libro de Javier Tomeo que parece adecuado para adaptarse al teatro. Se narra la noche que pasan juntos dos desconocido, Ismael y Macario que se han doblado el tobillo a unos 50 metros y pasan la noche hablándose sin verse 

lunes, 8 de diciembre de 2014

EL HORIZONTE (PATRICK MODIANO) Y LOS AGUJEROS NEGROS

Las palabras con que llenaba la libreta le recordaban el artículo acerca de la “materia oscura” que había enviado a una revista de astronomía. Tras los acontecimientos concretos y los rostros familiares, era muy consciente de todo cuanto se había convertido en materia oscura: breves encuentros, citas fallidas, cartas perdidas, nombres y números de teléfono que aparecen en una agenda antigua y hemos olvidado, e incluso las personas con quienes nos cruzamos sin darnos cuenta siquiera. Igual que en astronomía, esa materia oscura era más dilatada que la parte visible de la vida de uno. Era infinita. Y él escribía n la libreta el repertorio de unos cuantos destellos en lo hondo de aquella oscuridad. Unos destellos tan débiles que cerraba los ojos y se concentraba, buscando un detalle evocador que le permitiese reconstruir el conjunto, sólo fragmentos, partículas de polvo de estrellas.


Me parece que no está mal la imagen del agujero negro para todo aquello que vamos olvidando y que efectivamente todas esas cosas ocupan mucho más espacio que los recuerdos de toda una vida. Por ponernos un poco rigurosos, los agujeros negros no son infinitos, como sugiere el texto del reciente premio Nobel Patrick Modiano