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De todas formas- dice Ismael, cambiando de tema-, si vuelven
a disparar más cohetes le calcularé en un momento a qué distancia estamos de la
plaza mayor
Tampoco está mal que se entretenga
pensando en cosas que no tengan nada que ver con su mujer. La operación de los
cohetes, por lo demás, es muy simple. Basta con multiplicar el número de
segundos que transcurren entre el estampido del cohete por trescientos cuarenta,
que es el número de metros por segundo que recorre el sonido por el aire.
Tal vez esta noche no sirvan los
parámetros de siempre, pero Ismael espera en silencio y empieza a contar en voz
alta apenas estalla el segundo cohete.
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Seis segundos- dice luego-. Si multiplicamos esos seis
segundos por trescientos cuarenta metros nos dan dos mil cuarenta metros. Más o
menos, dos kilómetros. ¿No le parecen demasiados para recorrer a la pata coja?
Dejando a un lado que falta decir entre el estampido del cohete y su aparición, yo este método siempre lo había escuchado aplicado a las tormentas, al tiempo transcurrido entre el relámpago y el trueno. Recuerdo perfectamente aplicarlo en el salón de mi casa.
La noche del lobo es un curioso libro de Javier Tomeo que parece adecuado para adaptarse al teatro. Se narra la noche que pasan juntos dos desconocido, Ismael y Macario que se han doblado el tobillo a unos 50 metros y pasan la noche hablándose sin verse