lunes, 27 de junio de 2022

EL NÚMERO 11 (JONATHAN COE) Y LA IMPORTANCIA DE LA DIVULGACIÓN CIENTÍFICA

 —Bueno, no. De lo que hablo es…, ya sabes, de la luna y las mareas. Es la fuerza gravitacional de la luna.

—¿De qué hablas?

—Ya sabes, de cómo suben y bajan las mareas, eso es debido a la luna.

Danielle se detuvo y se volvió. Ahora era ella la que dudaba de si se trataba de un chiste.

—¿Me tomas el pelo? —le dijo.

—Claro que no. Yo nunca haría eso.

—¿Es por eso por lo que la marea sube y baja? ¿En serio?

Val asintió.

Danielle abrió como platos sus hermosos ojos. Al parecer eso para ella era toda una revelación, y de las importantes.

Todos tenemos nuestras lagunas, unos más que otros, claro, pero nunca hay que dar nada por sabido. Yo tenía casi 20 años cuando descubrí que la palabra elixir era así, y no ‘exilir’ como creía mi mente. Alguien te tiene que contar algo por primera vez, o leerlo o escucharlo en algún sitio.

Por eso es tan importante la divulgación científica. Esto de no dar nada por sabido lo sabemos muy bien los profesores que al fin y al cabo no somos más que divulgadores en primera línea de fuego. En realidad, deberíamos alegrarnos cada vez que aprendemos algo nuevo para nosotros pero que era casi evidente, es la forma más sencilla de sentirse joven de nuevo


lunes, 13 de junio de 2022

LOS CINCO Y YO (ANTONIO OREJUDO) Y LA ARISTOCRACIA DE LAS CIENCIAS

 Quintín siempre se creyó un genio llamado a renovar las matemáticas. El sueño de su padre era que estudiara ingeniería aeronáutica. Por eso, su decisión de estudiar matemática teórica lo decepcionó. Le preguntó que por qué lo hacía y él respondió desafiante que las ciencias aplicadas eran para los débiles; la matemática teórica era la aristocracia de las ciencias.

Las ciencias aplicadas son para los débiles, dice el texto y es una línea de pensamiento bastante arraigada entre algunos sectores de matemáticos y físicos. Yo la encuentro bastante divertida y con su puntito de verdad, como todos los tópicos y como todas las exageraciones. El viernes pasado hablábamos aquí de los recelos recíprocos entre ciencias y letras. Hoy los de letras no entran siquiera en consideración. Como químico que soy reconozco que la dificultad de una carrera es directamente proporcional a los años de matemáticas que hay en ella. Pero no se habla aquí solo de dificultad, sino del carácter plebeyo que supone buscarle una aplicación a lo aprendido, al estudio. Esa visión romántica del saber por sí mismo no es en realidad exclusiva de las matemáticas puras o teóricas, sino que podrían también compartirlas carreras como Filología Clásica