lunes, 20 de septiembre de 2021

EL BOSQUE ANIMADO (WENCESLAO FERNÁNDEZ FLORES), IRIS Y SUS AMIGOS (JOHN BAYLEY) Y LA INJUSTIFICADA BUENA FAMA DEL REINO VEGETAL

 Los árboles tienen sus luchas. Los mayores asombran a los pequeños, que crecen entonces con prisa para hacerse pronto dueños de su ración de sol, y al esparcir las raíces bajo la tierra, hay algunos quizá demasiado codiciosos que estorban a los demás en su legítimo empeño de alimentarse.

El bosque animado, Wenceslao Fernández Flores

Deprime percibir todo esto biológicamente. ‘The Woodlander’ otra vez: Hardy concibe los hermosos árboles medrando unos de otros, incapaces de no aprovechar las heridas o la muerte de sus vecinos. Si el árbol que está a mi lado muere, tengo más aire y más luz

Iris y sus amigos, John Bayley


“Todo el mundo va a lo suyo menos yo, que voy a lo mío”, decía el rockero Silvio. Con las plantas ocurre exactamente lo mismo,  como ilustran estos dos textos: intentan sobrevivir de manera salvaje, pasando por encima de sus congéneres. Sin embargo gozan de una buena fama totalmente injustificada frente a los animales, nadie dice: El hombre es un helecho para el hombre. Un geranio, por ejemplo, tendría el mismo comportamiento que una hiena o un zorro si pudiera. Plantas tan bien consideradas por la literatura como la buganvilla o el rosal atacarían a otras plantas, especialmente a las de la misma especie, si sus limitaciones de movilidad no lo impidieran

Pero hay una excepción a este tratamiento benévolo del lenguaje hacia las plantas, que hace justicia a su maldad: el verbo medrar. Es lo que hacen las plantas desde chiquititas, así que la próxima vez que se encuentre un compañero de trabajo medrador, o compañera; un ‘trepa’ (término botánico si se quiere también), no recurra a analogías animales para describirlo/a, diga por ejemplo esta compañera es una parra o mi jefe es un poto. Así, a la vez que enriquece su vocabulario hará justicia equilibrando las famas respectivas de animales y plantas



lunes, 6 de septiembre de 2021

WE THREE: MY ECHO, MY SHADOW AND ME (THE INK SPOTS) Y LA COMPAÑÍA QUE APORTAN LOS FENÓMENOS FÍSICOS

 We three, we’re all alone

Living in a memory
My echo, my shadow, and me

We three, we’re not a crowd
We’re not even company
My echo, my shadow, and me

What good is the moonlight
The silvery moonlight that shines above?
I walk with my shadow
I talk with my echo
But where is the one I love?

We three, we’ll wait for you
Even till eternity
My echo, my shadow, and me

“We three we’re all alone. Seems like we’re livin’ in a memory.
That’s my echo my shadow and me.
We three we ain’t no crowd.
Fact is we ain’t even company.
That’s my echo my shadow and me.
You know I been wonderin’ what good is the
moonlight that silvery moonlight that shines way, way up above?
Yeah, I walk with my shadow, I talk with my echo, but where is that gal that I love?”

We three, we’ll wait for you
Even till eternity
My echo, my shadow, and me


Hoy vamos con una copla. Escuchando el fantástico podcast de Bob Dylan descubro esta canción que también popularizó Frank Sinatra. Nosotros tres: mi eco, mi sombra y yo. Así te acompaña la Física, si quieres hablar tienes el eco, que no es más que la reflexión de nuestras ondas sonoras. Y después tenemos la sombra, ¿habrá algo más fiel que una sombra? Para ilustrar la maravilla de este fenómeno óptico baste con recordar el momento en que un niño pequeño la descubre. La manera en que éste reacciona define los dos tipos de actitud principales ante la vida: los hay que huyen despavoridos y otros juguetean con ella, comprobando su capacidad emulativa.

Alguno podrá pensar que la Filosofía, el Arte o la Religión también son capaces de acompañar: con el alma. Pero el alma presenta el problema de su controvertida existencia por un lado y sobre todo aquello que escribió Douglas Coupland: No me merezco un alma y, aun así, tengo una. Lo sé porque me duele