lunes, 22 de junio de 2015

LAS CIUDADES DE PONIENTE (ANTONIO PEREIRA) Y LA ENOLOGÍA

De enólogos era de lo que peor andábamos. Todos los que están en el vino saben que un buen enólogo es una joya y que cuesta guardarla de la codicia de los colegas hipócritas. Los enólogos, no hay gente más caprichosa. Que no se resfríe el enólogo. Que no tenga un disgusto con la parienta. A veces íbamos a espiar a La rioja. O a sonsacar a los del Priorato, los catalanes tienen de bueno que son claros a la hora de hablar de pesetas. Pero siempre nos guardábamos un respeto, el de que todos somos españoles




Si volviera atrás en el tiempo elegiría Enología como asignatura optativa cuando era estudiante de Química. En aquel momento no me interesaba el vino; hay cosas que se valoran al madurar: el vino, los paseos solitarios con los brazos detrás de la espalda...
En vez de Enología, cogí aquellas asignaturas que, o bien no tenían exámenes, o bien los exámenes estaban en la copistería desde hacía ya muchos años: Materiales Cerámicos, Tecnología de los Alimentos (en donde hice mi famosa mermalada de albaricoque como trabajo final)
Si yo hubiera sido suficientemente maduro y hubiera cogido Enología, a lo mejor me habría especializado y ahora estaría trabajando en una bodega de Jerez, haciendo un descanso por la mañana para tomar una copa de manzanilla con unos sabios de Jerez que me mimarían como al enólogo del texto.
Pero bueno, así es la vida, combinar el empuje de la juventud con la sabiduría y la experiencia sería como hacer trampa, te convertirías en invencible, de manera que está bien que sean así las cosas


lunes, 8 de junio de 2015

LA REGENTA (LEOPOLDO ALAS CLARÍN) Y EL DELIRIUM TREMENS

-          Además, hoy en día el pobre don Santos ya no tiene dinero ni para emborracharse, ya no puede beber de pura miseria… Y aunque ustedes no comprendan esto, la ciencia declara que la privación del alcohol precipita la muerte de ese hombre, enfermo por abuso del alcohol…
-          ¿Cómo es eso, hombre?- preguntaba el arcipreste
-          A ver, explíquese usted- decía Fojá
Don Robustiano sonreía; movía la cabeza con gesto de compasión y se dignaba a explicar aquello. “Don Santos, aunque se pasmasen aquellos señores, a pesar de morir envenenado por el alcohol, necesitaba más alcohol para tirar unos meses más. Sin el aguardiente, que le mataba, se moriría más pronto”
-          Pero don Robustiano, ¿cómo puede ser eso?
-          Señor Foja, ahí verá usted. ¿Conoce usted a Todd?
-          ¿A quién?
-          A Todd
-          No señor
-       Pues no hable usted. ¿Sabe usted lo que es el poder hipotérmico del alcohol? Tampoco; pues cállese usted. ¿Sabe usted con qué se come  el poder diaforético del citado alcohol? Tampoco; pues sonsoniche. ¿Niega usted la acción hemostática del alcohol reconocida por Campbell y Chevrière? Hará usted mal en negarla; se entiende, si se trata del uso interno. De modo que no sabe usted una palabra...

 Parece ser que Todd, Campbell y Chevrière son unos expertos de la época en los efectos del alcohol. Yo, no sé por qué, dudo si no serán nombres inventados por Clarín. Si fuera Galdós me fiaría, pero de Clarín, no sé no sé...
Sobre el delirium tremens escuché una vez algo en una charla que le dieron a mis alumnos en tutoría. (Nótese que a los que nacimos en los 70 ninguna orientadora ni sexóloga nos  dio charlas y sin embargo nos hemos drogado menos y hemos embarazado indeseadamente menos a nuestras coetáneas, a las que además tratábamos sin violencia de género alguna)
La charla la daba un centro de desintoxicación y nos contaron que el único síndrome de abstinencia que no pasaban a pelo era el del alcohol, porque ese es obligatorio pasarlo en un hospital, ya que puedes morirte. A mí aquello me llamó la atención: puedes dejar la heroína tú sólo a lo bruto (Raimundo Amador recomienda hacerlo así, sin metadona, porque se pasa tan mal que no se vuelve, “yo daba botes hasta el techo”, decía el pobre) pero para dejar el alcohol se requiere asistencia sanitaria