lunes, 23 de mayo de 2016

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER (MILAN KUNDERA) Y LA CARA COMO TABLERO

Hoy, por supuesto, el cuerpo no es desconocido: sabemos que lo que golpea dentro del pecho es el corazón y que la nariz es la terminación de una manguera que sobresale del cuerpo para llevar oxígeno a los pulmones. La cara no es más que una especie de tablero de instrumentos en el que desembocan todos los mecanismos del cuerpo: la digestión, la vista, la audición, la respiración, el pensamiento.
Desde que sabemos denominar todas sus partes, el cuerpo desasosiega menos al hombre. Ahora también sabemos que el alma no es más que la actividad de la materia gris del cerebro. La dualidad entre el cuerpo y el alma ha quedado velada por los términos científicos y podemos reírnos alegremente de ella como de un prejuicio pasado de moda.
Pero basta que el hombre se enamore como un loco y tenga que oír al mismo tiempo el sonido de sus tripas. La unidad del cuerpo y el alma, esa ilusión lírica de la era científica, se disipa repentinamente.

No tengo tan claro como mi amigo Milanku que el conocimiento del interior del cuerpo haga disminuir el desasosiego, hay un estilo de hipocondríaco para el que es justo al contrario.
A mí lo que de verdad me inquieta del interior del cuerpo humano, creo que me lo hizo notar Agustín Fernández Mallo, es que está totalmente oscuro, salvo cuando se le abre. Es decir, como una nevera. Uno ve las láminas de Anatomía tan bonitas y con tanta luz que se le hace difícil imaginar a toda la maquinaria que tenemos funcionar en la oscuridad.

lunes, 9 de mayo de 2016

LO QUE CUENTA ES LA ILUSIÓN (IGNACIO VIDAL-FOLCH) Y CÓMO ERAN LOS 'PAPERS' EN LA ÉPOCA DE GALILEO

"A la serenísima Señora la Gran Duquesa Madre:
Hace pocos años, como bien sabe vuestra alteza, descubría en los cielos muchas cosas no vistas antes…"
¿Qué no darías por haber escrito un principio de carta como este de Galileo a Cristina de Lorena, gran duquesa de Toscana



Mientras leo siempre estoy atento a ver si encuentro un fragmento para sacarlo en el blog. Cuando encuentro uno me pongo muy contento y doblo el pico de la página correspondiente; sé que hay gente que considera una aberración doblar los piquitos de las páginas, pero yo soy de mentalidad abierta respecto a este asunto. La alegría fue doble cuando encontré este fragmento, porque no sólo encontré el texto sino también el propio comentario que yo hago, así que nada más tengo que añadir, salvo quizá hacer notar cómo de diferentes eran las publicaciones científicas (de las que hablábamos la quincena pasada) en el siglo XVII