con
las mágicas gotas de mercurio,
que
se multiplicaban imposibles
en
una perturbada geometría,
al
romperse el termómetro, y daban a la fiebre
una
pátina más de irrealidad,
el
clima incomprensible de los relojes blandos.
Algo
de ese fenómeno concierne a nuestra alma.
En
un sentido estricto, cada cual
es
obra de un sinfín de multiplicaciones,
de
errores de la especie, de conquistas
contra
la oscuridad. Un individuo
es
en su anonimato una obra de arte,
un
atávico mapa del tesoro
tatuado
en la piel de las genealogías
y
que lleva hasta él mismo a sangre y fuego.
No
hay nada que no hayamos recibido
ni
nada que no demos en herencia
Existe una razón para sentir orgullo
en
mitad de esta fiebre que no acaba.
Somos
custodios de un metal pesado,
lujosas
gotas de mercurio amante.
El elemento mercurio también atrae la atención del arte, porque es misterioso en sí mismo, único metal (creo) líquido a temperatura ambiente. De Terminator al Mercurio pechugón que decía Jonathan Franzen en Las correciones, y yo añadí: pechugón como una paloma de La Caleta.
Ahora se han impuesto los termómetros electrónicos a los de mercurio. Esto han contribuido a la histeria de los padres actuales, a los que no se les concede esos minutos de espera ( ocho eran en mi familia) en los que reflexionar. Ahora ponemos el termómetro cinco veces seguidas hasta que sale lo que queremos.
El elemento mercurio también atrae la atención del arte, porque es misterioso en sí mismo, único metal (creo) líquido a temperatura ambiente. De Terminator al Mercurio pechugón que decía Jonathan Franzen en Las correciones, y yo añadí: pechugón como una paloma de La Caleta.
Ahora se han impuesto los termómetros electrónicos a los de mercurio. Esto han contribuido a la histeria de los padres actuales, a los que no se les concede esos minutos de espera ( ocho eran en mi familia) en los que reflexionar. Ahora ponemos el termómetro cinco veces seguidas hasta que sale lo que queremos.