- Bueno es, sí claro eso es
lo que pasa ¿no?- dijo él como si de nuevo le estuvieran pidiendo
una explicación, la buscó como había buscado la propia casa,
escogió hechos pruebas en lugar de frases bonitas que no
significaban nada dijo-. Todos esos colores gloriosos que toman las
hojas cuando pierden la clorofila en otoño, cuando las proteínas
que están enlazadas a las moléculas de clorofila se pierden en los
aminoácidos que bajan hasta los tallos y las raíces. Eso quizá sea
lo que le ocurre también a la gente cuando se hace mayor, las
proteínas se pierden más rápido de lo que se reemplazan y
entonces, sí bueno entonces claro, como las proteínas son elementos
esenciales en todas las células vivas todo el sistema comienza a
desintegrar…
Parece ser que el paralelismo entre envejecimiento animal y vegetal tiene similitudes más allá de los adjetivos intercambiables: mustio, pocho... ¡marchito! mucho más duro.
"Locas, marchitas o muertas" eran las tres posibles categorías, terribles, que cierto poeta mexicano concebía para las mujeres.
La asesora científica de este blog encargada del área de Fisiología me ha comentado que la parte de la clorofila es más rigurosa que cuando habla de las proteínas animales.
Si tienen la sensación de que el texto tiene menos comas de las que debiera, es así, supongo que queriendo. Buen verano
En el antiguo mundo agrario, antes del jornalero Cañamero, se identificaba mucho al humano con las plantas,de ahí que se recomendara no lavarse demasiado para no perder la savia tal como el exceso de riego puede reblandecer las tomateras y pudrirles las guías Ahora las modernas tendencias también avisan de los peligros del exceso de higiene y está al caer la defensa del candil.
ResponderEliminarAñado a los adjetivos del declive, el de fané y descangallada como decía el tango de "sola, fané y descangallada la vi una madrugada salir del cabaré"en referencia a la dama que según el poeta mejicano englobaba las tres posibilidades.
Dear woman
ResponderEliminarEsa savia tiende a recocentrarse en la sobaca. Sobre el candil decía Cela en sus memorias:
“...si el candil de la vida no me lo apaga la muerte con su pedo indigno y avasallador”
Camilo José Cela, Memorias, entendimientos y voluntades, pág 503
Anotados quedan sola, fané y descangallada. Las categorías del poeta mexicano son muy chungas, yo si fuera mujer y me dieran a elegir, creo que me quedaba con marchita.
Saludos cordiales
Hola, bien hallado J. Me parece que voy a acortar el nºde letras de tu nombre, igual que hacía mi madre cuando llamaba a mi padre restando una de las sílabas de su nombre de pila. Y lo más curioso era que éste constaba de solo dos sílabas. ¡Qué ahorro de palabras hacía!"Dame d'eso" o "d'aquello". Pensaría que a buen entendedor pocas palabras. En fin, creo que no descubro nada nuevo porque este parco sistema ocurre en casi todas las familias, hasta en "las mejores".
ResponderEliminarVolviendo a la entrada, no sé si será igual el envejecimiento animal o el vegetal, ¡qué más da! Es lo que nos espera a todos los que hemos llegado o llegaréis a cierta edad. No ha dejado nunca de sorprenderme cómo hay quien envejece siendo joven y viceversa. La vida está llena de misterios, menos mal. Porque en caso contrario, ¿no sería algo aburrida? En fin, me retracto de lo anterior porque siempre será una aventura.
Lo que aminora la pena de verse envejecer es el hecho de saber que el cuerpo sí lo sufre pero la mente no se debilita, sino todo lo contrario.¡Felices aquéllos que lo consigan!
La falta de puntuación que subrayas me estropea lo que leo. Aunque ciertamente, en alguna ocasión es una... no sabría ahora cómo definirla. Quiero decir que consigue crear en el lector lo que el autor pretendía. ¿Recordais "La parabola de un náufrago" de Delibes?
Me alegro de volver a saludarte en este verano "levantoso". Un abrazo
Evamesc
Estimada Evanesc
ResponderEliminarNo conozco esa obra de Delibes, tomo nota. Sobre las distintas velocidades de envejecimiento de cuerpo y mente escribía Natalia Ginzburg lo siguiente:
"Conservamos durante mucho tiempo aún la costumbre de creernos “los jóvenes” de nuestro tiempo, de modo que cuando oímos hablar de “jóvenes” volvemos la cabeza si se hablara de nosostros, costumbre que tiene raíces tan profundas que quizá no la perderemos hasta habernos convertido del todo en piedras, es decir en la vigilia de la muerte."
En un ensayo titulado la vejez. Así en español pierde gracia el texto, dejo a las expertas pensar cómo quedaría en italiano. Hay que mirarse poco en los espejos, yo la última vez que lo hice tenía 29 años, y ahí me he quedado. Y los espejos que están totalmente prohibidos son los de los ascensores, alguien dijo, no recuerdo quién, cosas de la edad, que en los espejos de los ascensores no debe mirarse uno ni con 20 años.
Saludos cordiales y buen verano
Cuántas páginas habrá inspirado esa "juventuddivinitesoro" que se va alejando a poquitos... Y cuántos mitos y leyendas giran en torno suya, como la fuente de la eterna juventud, el retrato de Dorian Grey, el extraño caso de Benjamin Button, o nuestro particular e hispalense "jordihurtado" que es don Manué, que, no me negarán vuecencias, se mantiene casi como en sus mejores tiempos de "redentor beticorum".
ResponderEliminarEn el caso de don Manué el mérito hay que repartirlo con su peluquero
ResponderEliminar