Todo lo que hace nuestro cuerpo, salvo el ejercicio de los sentidos, no lo percibimos. Las más vitales funciones (circulación, digestión, etc) las desconocemos. Así ocurre con nuestro espíritu: ignoramos todos sus movimientos y mudanzas, sus crisis, etc, todo lo que no sea la superficial concepción esquematizante.
Sólo una enfermedad nos revela las profundidades funcionales de nuestro cuerpo. Y del mismo modo presentimos las del espíritu, cuando estamos desequilibrados.
Toda la fisiología transcurre a oscuras, el cuerpo humano es como una nevera, oscura hasta que se le abre. Todo trancurre a oscuras, oculto o a la luz del día pero microscópicamente. Sólo cuándo la cosa se fastidia somos conscientes y le prestamos atención. "Sabemos del amor por lo que alumbra, por lo que tuerce y acrecenta y rige", nos tenemos que conformar con este conocimiento indirecto de nuestro cuerpo, como del amor en los versos de Manuel Alcántara
Deduzco del texto que los hipocondríacos y los neuróticos no pueden/podemos mantener la nevera cerrada. La mente inquiere sin tregua desde el gas que va ora por el bazo ora por el intestino medio cruzándose con el reflujo hiatal y confundiéndose con latidos arrítmicos y desplazando la punzada trigémina a la gota señorial del dedo gordo.
ResponderEliminar¿Qué decir de la que lian la serotonina, endorfina y dopaminas cuyo ajuste desajustado crea desajustes del tipo yo lo valgo y me quiero y no valgo nada y no me quieren?
En uno de esos arrebatos nos cuenta Natalia Gibzbour en Il ritratto que Pavese decidió cerrar la nevera, harto de abrir y cerrarla.
Dear Woman
ResponderEliminarEl hipondríaco piensa que la nevera, sin necesidad de abrirla, está repleta de alimentos pochos y caducados
La Gibzbour y el Pavese estaban en el mismo círculo que Italo Calvino, de padres científicos, by the way, y me acabo de enterar, estupefacto y os prometo que es verdad, que acudió al cortejo fúnebre de Paquirri
Ahí dejo el dato