lunes, 31 de marzo de 2014

EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA (GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ) Y EL EFECTO COANDA

    ¿Por qué vuelan los aviones? es la típica pregunta llamativa de titular de periódico Como toda pregunta que pretende ser definitiva tiene en realidad una respuesta múltiple y compleja. Uno de los motivos que ayudan a que un avión vuele es el llamado efecto Coanda, que es básicamente el que hace que si acercamos una cuchara verticalmente a un grifo abierto el chorro se amolde a la curva de la cuchara. El lector atento del blog notará que es la segunda vez que utilizamos la cuchara para ilustrar algún fenómeno físico, porque también se dijo en su momento que es un espejo cóncavo o convexo según cómo se mire.
    Uno ha pensado hasta hace unos meses que el responsable del vuelo de los aviones era el efecto Magnus, no el efecto Coanda y la culpa de esto la tienen mis apuntes de oposiciones. Recientemente, Francisco Villatoro Machuca y Javier Fernández Panadero me han sacado de mi error.


-          Pero no deja de tener sus peligros- dijo el coronel. Perdió de vista al administrador, pero lo recobró entre los frascos de colores del carrito de refrescos-. La humanidad no progresa de balde.
-          En la actualidad es más seguro que una lancha- dijo el médico-. A veinte mil pies de altura se vuela por encima de las tempestades.
-          Veinte mil pies- repitió el coronel, perplejo, sin concebir la noción de la cifra.
El médico se interesó. Estiró la revista con las dos manos hasta lograr una inmovilidad absiluta.
-          Hay una estabilidad perfecta- dijo.

lunes, 17 de marzo de 2014

FRANKENSTEIN O EL MODERNO PROMETEO (MARY W. SHELLEY) Y EL CAMBIO DE OBJETIVOS DE LA CIENCIA EN EL SIGLO XIX

Los antiguos maestros de esta ciencia- dijo- prometían cosas imposibles, y no llevaban nada a cabo. Los científicos modernos prometen muy poco; saben que los metales no se pueden transmutar, y que el elixir de la vida es una ilusión. Pero estos filósofos, cuyas manos parecen hechas tan sólo para escrutar con el microscopio o el crisol, han conseguido milagros. Conocen hasta las más recónditas intimidades de la naturaleza y demuestran cómo funciona en sus escondrijos. Saben del firmamento, de cómo circula la sangre y de la naturaleza del aire que respiramos. Poseen nuevos y casi ilimitados poderes; pueden dominar el trueno, imitar terremotos e incluso parodiar el mundo invisible con su propia sombra.

La historia de la escritura de este libro es conocida y más o menos me la invento al recordarla así: Mary Shelley y su marido fueron a visitar a Lord Byron. Como hacía muy mal tiempo y tenían que quedarse en casa decidieron escribir cada uno una historia de terror. Al día siguiente el tiempo se arregló y los hombres salieron a cazar y a pasear; la mujer, menos partidaria del cambio de planes, se quedo y escribió Frankenstein o El moderno prometeo. Esta mayor constancia de las mujeres respecto de los hombres es la que hace que ya no existan jueces menores de 45 años prácticamente y en general dominen las mujeres en todas las oposiciones. El hombre que triunfa en las oposiciones es visto como un sospechoso, como esos  hombres que bailan bien y en serio, de los que nadie se fía.
El libro se publicó en 1818, una época sólo superada por los primeros veinte años del siglo XX en cuanto a trepidante e interesante cambio de paradigma en el mundo científico.
La moraleja del texto es: para triunfar no basta con ser ambicioso, hay que tener objetivo concretos y chiquititos.

lunes, 3 de marzo de 2014

MI PRIMO, MI GASTROENTERÓLOGO (MARK LEYNER) Y LA PRUEBA DEL CARBONO 14

Los gorilas de la entrada están fastidiando a unos adolescentes que quieren unas bebidas- en lugar de simplemente pedirles la identificación a los muchachos, les hacen pruebas de radiocarbono, utilizando trazas de carbono 14 para determinar su edad.

Efectivamente son ganas de fastidiar por parte de los gorilas, porque la prueba del carbono-14 puede hacerse a organismos ya fallecidos, y lo que indica es la fecha en la que ese organismo murió. A veces las autoridades tienen comportamientos extraños, así el otro día estaba yo en el estadio Teresa Rivero viendo el Rayo-Sevilla y pude ver cómo la policía cada dos por tres nominaba a un biri y se lo llevaban fuera del estadio o le hacían cambiarse de camiseta. El momento culminante fue cuando cantamos los campanilleros y observé que cuando sacamos nuestras llaves se preocuparon un poco.
El libro que comentamos esta semana es demasiado loco y postmoderno para mí.