lunes, 26 de julio de 2021

AMOR PERDURABLE (IAN MCEWAN) Y LA TARDÍA COMPROBACIÓN EXPERIMENTAL DE LAS TEORÍAS DE EINSTEIN

 En física, por ejemplo, una minoría selecta de iniciados americanos aceptó y aclamó la teoría general de Einstein mucho antes de que se dispusiera de datos experimentales que la confirmaran. La teoría, que Einstein presentó al mundo en 1915 y 1916, formulaba la hipótesis, insultante para el sentido común, de que la gravitación se debía simplemente al efecto de la curvatura del espacio-tiempo, producido por la materia y la energía. Se anunció que el campo gravitatorio del sol desviaba la luz. Ya se había organizado una expedición a Crimea en 1914 para observar un eclipse con objeto de demostrarlo, cuando la guerra lo impidió. En 1919 fue enviada una nueva expedición a dos remotas islas del Atlántico. La confirmación se transmitió rápidamente a todo el mundo, pero se pasaron por alto ciertos datos inadecuados o inconvenientes con el deseo de adoptar la teoría. Se montaron más expediciones para observar eclipses y probar las predicciones de Einstein, en 1922 a Australia, en el 29 a Sumatra, en el 36 a la URSS y en el 47 a Brasil. No se produjo una comprobación experimental indiscutible hasta el desarrollo de la radioastronomía en los años cincuenta, pero aquel periodo de esfuerzos prácticos no contó para nada. La teoría ya estaba en los libros de texto a partir de los años veinte. Poseía tal fuerza intrínseca, que su belleza resultaba irresistible.



Este es uno de los motivos por los que no me gusta enseñar el método científico como una receta o guía inflexible que los científicos siguen al pie de la letra. La cosa funciona de otro modo, existen las intuiciones, los apaños para llegar a lo que uno quiere, en fin,cosas típicamente humanas

Ian McEwan siempre  presenta mucha ciencia en sus novelas, ya nos hemos ocupado aquí de Sábado y de Solar. En mi cabeza hay un esbozo de analogía entre la estructura de las novelas de McEwan y las canciones de Sabina, que ambos repiten una y otra vez, pero no me siento aún capaz de desarrollarla

lunes, 12 de julio de 2021

IRIS Y SUS AMIGOS (JOHN BAYLEY) Y LOS ACUMULADORES DE PLOMO

 Nunca le veía encender el generador- y tampoco quería, pues pensaba que sería una experiencia aterradora-, pero me encantaba verlo medir con precisión el nivel de ácido en cada uno de los enormes acumuladores. Al menos él decía que era ácido, y yo le creía, aunque me sorprendió la primera vez que lo vi llenar el nivel con una gran botella en la que ponía AGUA DESTILADA. Yo era demasiado discreto para hacer notar la aparente contradicción; y, en cualquier caso, le tenía mucho respeto al ácido porque el señor Mills había dicho que, si lo tocabas accidentalmente, te atravesaba la mano


Yo diría que se trata de un acumulador de plomo, parecido a las baterías de los coches. Y el señor Mills no mentía al pequeño John, es verdad que llevan tanto agua destilada como ácido sulfúrico.  Fue un pionero el señor Mills en las medidas de protección en el laboratorio porque efectivamente en todos los frascos de ácido sulfúrico se indica en la etiqueta un dibujo de una mano atravesada por una gota, lo que yo siempre he interpretado como el señor Mills, que te atraviesa la mano si te cae encima