lunes, 28 de octubre de 2013

EL CAMINO DE IDA (RICARDO PIGLIA) Y LA PRECOCIDAD DE LOS GENIOS MATEMÁTICOS

Esta vez no vamos a citar un texto de la novela, sino de una entrevista promocional. Patricio Pron, es un escritor argentino que una vez ganó un premio literario del que yo fui finalista; esto me hizo perder dinero, pero no le guardo rencor. Aquí entrevista a su paisano Ricardo Piglia:

- Vivió quince años en Estados Unidos, dando clases, y sorprende que esa experiencia no apareciese en sus libros anteriores sino de forma muy escueta. ¿Tiene la sensación de que allí se adquiere un conocimiento sin experiencia?
En los campus, sobre todo en Princeton, domina la idea, me parece, de que el pensamiento debe estar aislado de la realidad. Los grandes descubrimientos teóricos se hacen siendo muy joven (a menudo antes de los veinte, es decir, en la adolescencia, y antes de tener alguna experiencia de la vida), ya que la concentración extrema depende de que las pasiones no interfieran en el pensamiento, y el campus pone o trata de poner entre paréntesis la vida y el deseo. Además, en Princeton, a los veinticinco o veintiséis años, los grandes matemáticos ya son «has been», llega la nueva élite de supergenios de diecisiete y dieciocho, rápidos y arrogantes como Billy el Niño, y la universidad pone a las viejas glorias de treinta años a dar clases porque asume que ya no inventarán nada: todos ellos saben que no se les va a ocurrir nada más, a pesar de que aún tienen toda la vida por delante, y se dedican a leer.

Los matemáticos, como los futbolistas, a los treinta años ya están viejos. Qué curioso. Con la edad se pierde empuje, es cierto. Aquellos que de mayores mantienen la ilusión y el esfuerzo de su juventud tienen el éxito garantizado, podría decirse que es casi hacer trampas combinar la experiencia de la madurez con el vigor de la juventud. Yo mismo me digo: con lo que yo sé, si continuara echando las peonás de estudio que echaba con mi hermano cuando opositaba....

lunes, 14 de octubre de 2013

ALFONSO COSTAFREDA Y LA ECOLOGÍA

Me parece que hacía ya tiempo que no aparecía por el blog un poema. Aquí viene este de Alfonso Costafreda, poeta del cual me he acordado estos días porque lo cita como amigo Carlos Barral en 'Años de penitencia'. Se suicidó en Suiza, frase que parece un verso, en 1974. En este poema resulta muy difícil descubrir a un hombre con tendencias suicidas porque el texto emana serenidad y buen rollo, quizá en el último verso... o quizá un exceso de serenidad y comunión con la naturaleza conduce a eso.



Espacio vegetal, árboles luminosos,
columna de alegría que posees,
verde sobre la palma, el peso de las hojas,
y es el fruto consegudo.
                         Extiéndete, oh árbol,
insinúa tu mano, adelanta
hacia los puros aires que te esperan
la horizontal caricia de tu rama.
El bosque está gozoso.
                            Poderosos,
los árboles ensanchan su madera,
mientras la nube, blanca sobre el cielo,
entrega nuevas aguas,
y las semillas surgen de lo inesperado.
Amor, amor, todo se cumple;
realizada la repentina aurora de la tierra
se nutren nuestras vidas de la energía del sol,
y del gozo, y de la fuerza del viento.
Salid hacia los campos,
volcad vuestra mirada sobre todo lo vivo;
caminad; caiga el sol sobre el cuerpo,
y reconozca el aire vuestro torso desnudo.
Todo está en su momento de cumbre:
las cosechas, los campos abundantes,
los ríos que hacia nosotros desde el monte
         despliegan su brazo,
y en el llano serenan su avenida perfecta
hacia la total plenitud de la mar.
Todo está en su momento; somos hombres;
desde siempre, lo más nuestro, lo más vivo,
lo reciente para la alegría,
lo mejor, lo esperamos de la tierra,
de su contacto diario,
de su continua y amorosa presencia,
de su larga mirada protectora,

del fervor con que guarda y vigila el eterno reposo de nuestros muertos