Con las primeras vi peor, también las cosas que estaban lejos se me torcían, y con las segundas fue igual. Con otras veía nada más que borroso, con bruma, y así fui probando, mientras Montoya abría cajones y miraba cuadros, sin dejar de hablar, y yo lo veía unas veces muy lejos, otras con la cabeza en un sitio y el cuerpo en otro, o metido bajo el agua. Y de pronto, al ponerme una de aquellas gafas y abrir los ojos, lo vi todo distinto, la cara de Montoya, el cuadro que miraba y la gafas que Hidalgo tenía en la mano, y era como si de verdad lo hubieran extraído todo de debajo del mar, y tuve miedo porque parecía que yo también surgía de algún sitio en el que siempre había estado escondido y ahora me encontraba fuera de mi escondrijo, descubierto. Me dijeron que al ponerme las gafas los ojos se me abrieron, se me hicieron un poco más grande y las pupilas parecía que me rozaban las lentes. Eso me dijeron, y eso pensé yo al verme en un espejo, que mis ojos eran unos peces pegados al cristal de su pecera mirando el mundo
El nombre que ahora digo,
Antonio Soler, pág 41
Albano era menudo, muy flaco, quebradizo, miope, con unas gafas que tenían unos cristales de aumento que le agrandaban los ojos hasta la exageración. Aquellos ojos descomunales observaban el mundo con velado asombro. Miraba a través de las lentes como podría hacerlo un besugo al otro lado del acuario, y se movía en este mundo como uno de esos peces de talante taciturno que dan vueltas todo el día sin saber qué van buscando, papando moscas
El fanal hialino, Andrés Trapiello, pág 412
Como miope profundo me parece una analogía correcta, uno ve como dentro del agua. Aunque en realidad no puedo comprobar experimentalmente si esto es cierto, porque hace mucho años que no abro los ojos debajo del agua, porque se me caerían las lentillas precisamente. El índice de refracción del humor vítreo es muy parecido al del agua, pero distinto del aire, el medio habitual a través del cual miramos