lunes, 22 de febrero de 2021

EL NOMBRE QUE AHORA DIGO (ANTONIO SOLER), EL FANAL HIALINO (ANDRÉS TRAPIELLO) Y UNA BUENA METÁFORA SOBRE LA MIOPÍA

 Con las primeras vi peor, también las cosas que estaban lejos se me torcían, y con las segundas fue igual. Con otras veía nada más que borroso, con bruma, y así fui probando, mientras Montoya abría cajones y miraba cuadros, sin dejar de hablar, y yo lo veía unas veces muy lejos, otras con la cabeza en un sitio y el cuerpo en otro, o metido bajo el agua. Y de pronto, al ponerme una de aquellas gafas y abrir los ojos, lo vi todo distinto, la cara de Montoya, el cuadro que miraba y la gafas que Hidalgo tenía en la mano, y era como si de verdad lo hubieran extraído todo de debajo del mar, y tuve miedo porque parecía que yo también surgía de algún sitio en el que siempre había estado escondido y ahora me encontraba fuera de mi escondrijo, descubierto. Me dijeron que al ponerme las gafas los ojos se me abrieron, se me hicieron un poco más grande y las pupilas parecía que me rozaban las lentes. Eso me dijeron, y eso pensé yo al verme en un espejo, que mis ojos eran unos peces pegados al cristal de su pecera mirando el mundo

El nombre que ahora digo, Antonio Soler, pág 41

    Albano era menudo, muy flaco, quebradizo,  miope, con unas gafas que tenían unos cristales de aumento que le agrandaban los ojos hasta la exageración. Aquellos ojos descomunales observaban el mundo con velado asombro. Miraba a través de las lentes como podría hacerlo un besugo al otro lado del acuario, y se movía en este mundo como uno de esos peces de talante taciturno que dan vueltas todo el día sin saber qué van buscando, papando moscas

El fanal hialino, Andrés Trapiello, pág 412



Como miope profundo me parece una analogía correcta, uno ve como dentro  del agua. Aunque en realidad no puedo comprobar experimentalmente si esto es cierto, porque hace mucho años que no abro los ojos debajo del agua, porque se me caerían las lentillas precisamente. El índice de refracción del humor vítreo es muy parecido al del agua, pero distinto del aire, el medio habitual a través del cual miramos


lunes, 8 de febrero de 2021

MONJAS Y SOLDADOS (IRIS MURDOCH) Y UN PÁRRAFO CON TODO UN BATIBURRILO DE JERGA CIENTÍFICA

 Se sentía extremadamente tranquilo, pero completamente dado de sí, como si el espacio se estuviera curvando y él estuviera curvándose junto con ese espacio. Parecía que todo, incluida su propia personalidad, iba a desaparecer. Era un pedacito diminuto de sí mismo, una partícula, y sin embargo también era la superficie circundante, que parecía infinita. Era un átomo, un electrón, un protón, un punto en el espacio vacío. Era transparente, y precisamente esa transparencia hacía que se sintiera invisible. Estaba vacío, estaba limpio, no era nada. Y, sin embargo, al mismo tiempo, era energía purificada, pura actividad, puro ser. La experiencia no era en sí misma dolorosa, aunque de alguna manera, y muy cerca de ella, también subsistía, medio oculto, un dolor espantoso, unas veces parecido a un agujero negro, y otras a una densa masa de materia indestructible



No es muy dada Iris Murdoch a introducir cuestiones científicas en sus novelas, ella es más de filosofía. Pero aquí se ha desatado: protones, electrones, agujeros negros, átomos… bienvenidos sean para traer a esta autora al blog. Laúnica otra vez que fuimos capaces de forzar aquí una entrada fue más mérito de la traductora que de ella