Se sabía desde hace mucho tiempo que el aire que nos circundaba era un compuesto de oxígeno y nitrógeno, en proporción respectiva de veintiuno y setenta y nueve por ciento. El oxígeno, principio de la combustión y vehiculo del calor, era absolutamente necesario para la vida animal, y constituía el agente más poderoso y enérgico en la naturaleza. El nitrógeno, por el contrario, era incapaz de mantener la vida animal y la combustión. Un exceso anómalo de oxígeno produciría, según estaba probado, una exaltación de los espíritus animales, tal como lo habíamos sentido en esos días. Lo que provocaba el espanto era la extensión de esta idea hasta su límite. ¿Cuál sería el resultado de ‘una extracción total del nitrógeno? Una combustión irresistible, devoradora, todopoderosa, inmediata: el cumplimiento total, en sus minuciosos y terribles detalles, de las llameantes y aterradoras anunciaciones de las profecías del Santo Libro
Nos ha parecido más adecuado para el espíritu de este blog recurrir a Poe y no a Mecano (oxígeno, nitrogeno y argón) para hablar de la composición del aire. El papel del nitrógeno tiene poco prestigio, pero es muy importante atemperar el carácter explosivo del oxígeno, para evitar las combustiones espontáneas. También el nitrógeno tiene su ciclo que es fundamental a distintos niveles para la vida en nuestro planeta.
Así que ahí está el tío, el nitrógeno, ahí calladito pero fundamental y mayoritario en el aire, silencioso y vital