—Historia —empezó Cassandra—. ¿Qué te han enseñado?
—Oh, ya la he dado entera, y llegué a Elizabeth por segunda vez —dijo Sophy, con ligereza.
—¿Aritmética?
—Estaba haciendo sumas de esas en las que hay números encima de una línea y también debajo.
—¿Fracciones?
—No, creo que no se llamaban así.
—¿Te sabes las tablas de multiplicar?
—Antes sí.
—Bueno, pues parece que daremos aritmética cada día. ¿Francés?
La niña se encogió de hombros
.
La insitutriz protagonista de esta novela está haciendo una prueba inicial para saber los conocimientos previos (caso de existir) de la niña, su punto de partida. Pudiera parecer que no sabe mucho de Matemáticas, pero es cierto que ella podría haber estudiado las fracciones con otro nombre, ya que una fracción puede denominarse también quebrado, número racional, razón, o incluso división indicada.
Es importante si hay uno o varios nombres para designar la misma cosas (¿sinónimo?), como también lo es lo contrario: un mismo nombre para designar dos realidades distintas (¿polisemia?). Que se lo digan si no a la autora, que se llama Elizabeth Taylor y que las posibilidades de encontrar información en Google sobre ellla y no sobre la actriz son casi nulas. Mala suerte. Como cuenta Rodrigo Fresán en su reseña sobre su mejor novela, Prohibido morir aquí, Elizabeth Taylor sufrió un doble ostracismo, eclipsada primero por sus compañeras de generación, Virginia Woolf e Iris Murdoch, y después por la famosa actriz
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