Ya
es cosa sabida que si se escribe un mensaje con zumo de limón en una
hoja de papel, no queda rastro de la escritura; pero si se expone el
papel al fuego, las letras se vuelven de un color castaño y se puede
leer lo escrito. Imaginad que el whisky es el fuego y que el mensaje
está oculto en el alma de un hombre; entonces se comprenderá el
valor del licor de Miss Amelia
Ya es la segunda fórmula de tinta invisible que ofrecemos en este blog. La primera apareció en El escarabajo de oro de Poe. La presencia del calor suele ser necesaria para evaporar el agua del agún compuesto hidratado o para favorecer una oxidación, como la del ácido cítrico que nos ocupa. Aquí además se ofrece una buena imagen de la función que ejerce el alcohol sobre el alma humana, como bien hemos podido comprobar en estas fiestas navideñas que acabamos de pasar
Mucho peligro debía tener el licor de la Señorita Amelia a tal punto que dejaba salir el mensaje del alma, en la sobriedad escondido como escrito con tinta invisible.
ResponderEliminarY me fijo en lo poco que se diferencia sobrio y ebrio, siendo los dos de origen latino y con la misma raiz . Nació primero ebrio al amparo de la desmesura de Dionisos. Apolo tuvo que poner freno a las togas luxadas y surgió sobrio.
Hay que reconocer que equivocarse entre ambas es fácil. Recuerdo una queja de un padre a la tutora del curso de su hijo, porque determinado profesor ( y me está feo decirlo, decía el hombre) venía sobrio a clase.
In vino veritas, Asunción Asunción, échale vino al porrón. Nuestra Miss Amelie
Dear Woman
ResponderEliminarAdemás tanto sobrio como ebrio podrían perfectamente ser nombres de elementos químicos, ya que cumplen con el único requisito que la IUPAC impuso hace unos años, terminan en -io
El apunte mitológico me recuerda a un libro interesante que estoy leyendo titulado "Del mito al laboratorio" donde se cuentan cosas como esa relacionadas con la ciencia
La diferencia ortográfica entre y fonética entre sobrio y ebrio es sútil y es fácil equivocarse, efectivamente, así como no es fácil distinguir el momento preciso en que se pasa de sobriedad a la ebriedad ni al revés.
Y ahora me viene a la cabeza El don de la ebriedad, el poemario de Claudio Rodríguez, de cuyas hermanas cuenta Ignacio Carrión algo terrible en sus memorias, que me da vergüenza poner por aquí
Vengaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa