En el minuto previsto, la luna le dio un bocado al sol y todo se volvió naranja oscuro en medio de muchos ahhhh y muchos ohhhh. Melón maduro, salmón, hierro oxidado y luego arena de la playa de Cádiz.
No sé si la paleta de colores que se describe en el texto es consecuencia de la dispersión de Rauleigh, del efecto Purkinje o del corrimiento hacia el rojo, o un poco de la combinación de todos, lo dejo para el lector de estas líneas (hipotético) experto en Física (más hipotético aún).
En todo caso me gusta la gradación de colores y me gusta el salmón, el melón y las playas de Cádiz. El hierro oxidado es un buen ejemplo, porque el óxido de hierro es el responsable del tono rojizo del albero, por ejemplo, e imagino que también de las arenas más oscuras. Yo soy usuario de la Playa de Cortadura, que nunca luce abarrotada gracias a sus hechuras y partidario de su chiringuito Nahu Beach.
La luna mordiendo al sol y el esplendor cromático dan al texto mucha viveza; así como los ejemplares del mundo animal, vegetal y mineral coloreados están bien elegidos pues la calabaza, aun teniendo color, no tiene karma literaria. Pero yo tengo el pálpito que la dispersión de Rauleigh cuenta más que el efecto Purkinge en esta paleta.
ResponderEliminarLa luna y el sol, en las cantarullas que yo recolecto, tienen mucho papel, incluso nombre, que al sol le llaman Loren Loren Lorenzo y a la luna luna catalina lina
Dear Woman
ResponderEliminarGracias por su aportación, yo pienso que también hay más de Rayleigh que de Purkinge en este fenómeno
Sobre cantarullas luneras quede aquí registrada la adaptación que del Romance de la luna hizo Camaron
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
Cómo canta la zumaya,
¡ay cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.