No quiere comer, me dijo Fúlvia, es el estrés del
cautiverio, mira, está que se muere, la pobre. Un empleado trajo una
jaula con un conejo. Con una pinza y haciendo palanca, Fúlvia, ayudada
por el empleado, le abrió la boca al reptil. Luego, sacó el conejo de la
jaula y, con un gesto rápido, le retorció el pescuezo. Siempre mato la
presa antes de forzarla a alimentarse, dijo Fúlvia, introduciendo el
conejo muerto en la garganta de la anaconda. Los ofidios no comen
animales muertos, dijo, pero si aún esta caliente la sangre del animal,
no hay problema. Con las manos, Fúlvia Melisa apretó el cuerpo de la
serpiente, haciendo que el conejo descendiera hasta el estómago del
ofidio
Elogio de la mentira, Patricia Melo
En ocasiones, llegábamos a perder hasta la mitad
de los animales, que preferían dejarse morir antes que someterse: se
quedaban parados en mitad del patio, desconcertados, procurando no
acercarse a las paredes de los edificios, sin hacer otra cosa que mirar
al cielo de reojo, como si fueran pájaros. La verdad es que daba pena
verlos: más de una de esas pobres bestias habría salido volando, feliz
de la vida, de haber tenido alas… De entrada, no se dignaban probar la
avena ni bebían agua del abrevadero, y se iban consumiendo lentamente,
hasta que la espichaban. A veces, nos quedábamos de este modo sin más de
la mitad de los ejemplares adquiridos, sobre todo cuando se trataba de
caballos kirguises. Éstos no saben vivir sin la libertad de las estepas.
El peregrino encantado, Nikolái S. Leskov
Pienso en el estrés del cautiverio como una versión extrema y
patológica del aburrimiento. Lo que el síndrome de abstinencia sería a
la resaca. Teóricamente los seres humanos seríamos inmunes a este
estrés, pero ahí está la famosa frase de Pascaal de que todos los
problemas del hombre procedían de su incapacidad de estarse quietecito
en una habitación.
Sabemos, por penosa experiencia reciente y pandémica, de los
terribles efectos del confinamiento en los seres humanos: cantan
canciones de El Dúo Dinámico en los balcones. Aunque hay gloriosas
excepciones, Sir Isaac Newton aprovechó un confinamiento para hacer
tremendos estudios y descubrimientos en Física y Matemáticas